"Para acabar con la filosofía - Mi filosofía"; Woody Allen


     Woody Allen as Charlie Chaplin (photo by Irving Penn, 1972 (:





La evolución de mi filosofía se dio de la siguiente manera: mi mujer, al invitarme a probar el primer soufflé que había hecho, dejó caer por accidente una cucharadita del mismo sobre mi pie fracturándome varios pequeños huesos. Acudieron los médicos, hicieron y examinaron radiografías, y me ordenaron un mes de cama. Durante la convalecencia me concentré en la obra de algunos de los pensadores más eximios de Occidente, en particular una pila de libros que yo había seleccionado para eventualidades como ésta. No presté atención  al orden cronológico y empecé por Kierkegaad y Sartre, luego pasé rápidamente a Spinoza, Hume, Kafka y Camus. No me aburrí, como me había temido, sino que, al contrario, me fascinó la energía con la que esas grandes mentes atacaban resueltamente la moral, el arte, la ética, la vida y la muerte. Recuerdo mi reacción a una observación típicamente luminosa de Kierkegaad: "Semejante relación, que se relaciona con su propio ser (es decir, un ser) , debe haberse constituido a sí misma, o ha sido constituida por otra". El concepto me arrancó lágrimas de los ojos. ¡Dios santo, pensé, ser tan inteligente! (Soy un hombre con dificultades para escribir dos frases coherentes sobre el tema "Un día en el zoo"). La verdad es que el pasaje me resultó totalmente incomprensible, pero ¿qué más daba, si Kierkegaad se lo había pensado bien? Súbitamente me convencí de que la metafísica era lo que siempre había querido hacer: tomé mi bolígrafo y empecé en el acto a garabatear la primera de mis propias fantasías. La obra avanzó deprisa, y en sólo dos tardes (con tiempo para echarme la siesta) completé la obra filosófica que, espero, no será descubierta hasta después de mi muerte o hasta el año 3000 (lo que ocurra primero) y que, modestamente, creo que me asegurará un lugar privilegiado entre los pensadores de más peso en la historia. Presento a continuación una breve muestra del cuerpo principal de tesoros intelectuales que lego a la posteridad, o a la mujer de la limpieza que llegue primero.


I. Crítica de la sinrazón pura


     Al formular cualquier filosofía, la primera consideración siempre debe ser: ¿qué podemos saber? Es decir, qué podemos estar seguros de saber, o seguros de que sabemos que sabíamos, si realmente es de algún modo "cognoscible". ¿O lo habremos olvidado todo y tenemos demasiada vergüenza de decir algo? Descartes insinuó el problema cuando escribió: "Mi mente jamás puede conocer mi cuerpo, aunque se ha hecho bastante amiga de mis piernas". Por "cognoscible", dicho sea de paso, no quiero decir aquello que puede ser conocido por medio de la percepción de los sentidos o que puede ser comprendido por la mente, sino más bien aquello que puede decirse que es Conocido o que posee un Conocimiento o una Cognoscibilidad, o algo que al menos puedas mencionar a un amigo.
     ¿Podemos en realidad "conocer" el universo? Dios santo, no perderse en Chinatown ya es bastante difícil. Sin embargo, el asunto es el siguiente: ¿habrá algo allá fuera? ¿Y por qué? ¿Por qué tendrán que hacer tanto ruido? Por último, no cabe duda de que la característica de la "realidad" es que carece de esencia. Esto no quiere decir que no tenga esencia, sino simplemente que carece de ella. (La realidad a la que me refiero es la misma que describió Hobbes, pero un poco más pequeña.) Por lo tanto, el dictum cartesiano, "Pienso, luego existo", podría expresarse mejor así: "Eh, allí va Edna con el saxofón". Así pues, para conocer una sustancia o una idea, debemos dudar de ella y así, al dudar, llegaremos a percibir las cualidades que posee en su estado finito, que están en, o son realmente "la misma cosa", o "de la cosa misma", o de algo, o de nada. Si esto está claro, podemos dejar por el momento la epistemología.

II. La dialéctica escatológica como medio de defensa en zona

     Podemos decir que el universo consiste en una sustancia  y que a esa sustancia la llamamos "átomo", o también "mónada". Demócrito la denominó átomo. Leibniz la llamó mónada. Por fortuna, los dos hombres jamás se conocieron, de lo contrario se hubiera armado una discusión muy aburrida. Estas "partículas" fueron puestas en movimiento por alguna causa o principio fundamental, o quizás algo se cayó en algún lugar. El asunto es que ahora ya es demasiado tarde para remediarlo, salvo quizá comer mucho pescado crudo. Por supuesto, esto no explica por qué el alma es inmortal. Tampoco dice nada sobre una vida ultraterrena ni aclara la sensación que siente mi tío Sender de que lo persiguen los albanos. La relación causal entre el primer principio (es decir, Dios o el viento fuerte) y cualquier concepción teológica del ser (Ser), según Pascal es "tan ridícula que ni siquiera es graciosa (Graciosa)". Schopenhauer llamó a esto "voluntad", pero su médico la diagnosticó como fiebre del heno. En sus últimos años, se amargó por eso o, más aún, por la creciente sospecha de que él no era Mozart.


III. El cosmos por cinco dólares al día


     ¿Qué es, entonces, lo "bello"? ¿La fusión de la armonía con lo justo, o la fusión de la armonía con algo que solo se parece a "lo justo"? Quizá la armonía se haya fundido con la "costra terrestre" y eso es lo que nos ha estado dando tantos problemas. La verdad, podemos, estar seguros, es la belleza -o "lo necesario""-. Es decir, lo que es bueno, o que posee las cualidades de "lo bueno", da como resultado "la verdad". Si no lo da, siempre puedes apostar a que la cosa no es bella, aunque aún puede que sea impermeable. Estoy empezando a pensar que tenía razón antes y que todo tendría que fusionarse con la costra. Ah, bueno.


Dos parábolas


     Un hombre se acerca a un palacio. La única entrada está guardada por unos fieros hunos que solo dejan pasar a hombres llamados Julius. El hombre trata de sobornar a los guardias ofreciéndoles por una año las mejores partes del pollo. Ellos ni se burlan de su oferta ni la aceptan, sino que simplemente lo cogen por la nariz y se la retuercen hasta que parece un tornillo. El hombre dice que tiene que entrar a la fuerza en el palacio porque le traen al emperador una muda de calzoncillos, Al ver que los guardias siguen negándose, el hombre empieza a bailar el charlestón. Ellos parecen divertirse con su baile, pero pronto se ponen tristes por el trato que el gobierno federal otorga a los navajos. Sin aliento, el hombre se derrumba. Muere sin haber visto al emperador y dejando una deuda de sesenta dólares a los de Steinway por una piano que les había alquilado en agosto.
     Me entregan un mensaje para un general. Cabalgo y cabalgo, pero el cuartel general del general parece distanciarse siempre más. Por último, se arroja sobre mí una gigantesca pantera negra que me devora la mente y el corazón. Me paso la tarde terriblemente angustiado. Por más que lo intento, no puedo llegar al general, a quien veo corriendo a lo lejos en pantalón corto y musitando la palabra "nuez moscada" a sus enemigos.




Aforismos


     Es imposible vivir la propia muerte con objetividad y, además, cantar una canción.


                                                    *
     El universo no es más que una idea transitoria en la mente de Dios. Es un hermoso pensamiento, aunque bastante incómodo, sobre todo si acabas de pagar el anticipo de una casa.
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     La nada eterna está muy bien si vas vestido para la ocasión.


                                                   *
     ¡Ojalá viviera Dionisio! ¿Dónde comería?


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     No sólo no hay Dios, sino que intenta conseguir un electricista en un fin de semana!

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Los cuentos de Allen son realmente muy divertidos, y como dice la etiqueta; ingeniosos. Recomiendo los tres libros que sacó. Tal vez estén infravalorados por lo académico, sin embargo son libros imprescindibles para quienes les gusta jugar con todo. Rescato el sentido lúdico de sus libros, en donde no se salvan ni dios, ni los filósofos. Gracias por la trancripción. Un saludo.